Al igual que cuatro son los libros de Confucio, cuatro son las dudas existenciales que acompañan al buen pensador durante toda su mundana existencia: La primera viene vertida por el angloparlante Shakespeare, el "¿ser o no ser?" que regresa como una maldición cada vez que levantamos en alto una calavera (una manzana también sirve). De tierras gallegas, de la mano de Siniestro Total llega la segunda: "¿Quienes somos, de donde venimos, a donde vamos?".
La tercera sigue hurgando en la propia naturaleza del ser... ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? del excelso contador de cuentos e inventor del Cuento de la Buena Pipa.
Por último y cerrando este círculo de incertidumbres: ¿tortilla de patata con o sin cebolla? de todo blogero cocinero que se precie.
Según el experto en la materia, López Linaje ("La patata en España. Historia y Agroecología del Tubérculo Andino"), la primera reminiscencia "tortillil" viene del siglo XVII (época de reyes y horca) y atribuye su invención a Tena Godoy y al marqués de Robledo. Otra versión arranca con una anónima ama de casa navarra, por cuya cocina paró el general Zumalacárregui, allá por las Guerras Carlistas. La señora, que era pobre, acabó haciendo un revuelto de huevo y patatas para contentar al personal. La receta triunfó y se extendió entre la soldadesca. No está claro si la vieja tenía cebolla o no, ni si el citado condimento forma parte esencial o accesoria de la citada receta, pero en aquellos tiempos hubiera tenido solución, bastaría con que el monarca de turno se pronunciase a favor de una u otra opción y ofreciera una jornada matutina de puenting desde el cadalso a quien se mostrara en desacuerdo...mano de santo.
No sería lo más justo, pero al menos no se necesitaría un pacto PP-PSOE; con la abstención de Podemos e Iu, la mención positiva de la señorita Francis, la posibilidad de veto del capitán selección de waterpolo y de Paco León; el consejo no invalidante de Prudencio Indurain y por supuesto la aprobación final de mi abuela, que a tenor de sus "tortillazas" merece un puesto destacado en la mesa de negociación.
Extensas mesas de debate creadas para sacarnos los dineros con comodidad, manteniendo mangantes que, amen de perder tiempo con sus hojas de ruta, acabarán eliminando las patatas de la receta y tocándote/se los huevos.
Para evitar ese problema, y alguno más, quizás debiéramos echar la vista atrás, para comprobar si hemos errado el camino y ya no discutimos de sabores, sino de otras cosas.
Afortunadamente, menos palmar, todo tiene solución, así que desde esta caja de resonancia que es La Cocina de la Abuela, me postulo a monarca absoluto. Dejaros de partidos políticos refundados a base de vendedores de crecepelo, y abrazad con devoción a Victor I, primero de su casa y de su nombre.
No os aseguro un gran reinado, pero lo de la tortilla lo dejo finiquitado. En cuanto tenga mi corona y mi cetro emitiré la Real Cédula que escribirá mi nombre, con letras de oro, en los libros de historia.
Problema solucionado, todos contentos. Porque, ¿a quién no le gusta la tortilla salpicada de suculentas virutas de embutido leones?...
¡Por todos los Austrias y los Borbones!, a mí la guardia...Ese que ha levantado la mano, a la horca.
Pulsa AQUÍ para más artículos.
Gif courtesy of http://gifigmania.tumblr.com
La tercera sigue hurgando en la propia naturaleza del ser... ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? del excelso contador de cuentos e inventor del Cuento de la Buena Pipa.
Por último y cerrando este círculo de incertidumbres: ¿tortilla de patata con o sin cebolla? de todo blogero cocinero que se precie.
Según el experto en la materia, López Linaje ("La patata en España. Historia y Agroecología del Tubérculo Andino"), la primera reminiscencia "tortillil" viene del siglo XVII (época de reyes y horca) y atribuye su invención a Tena Godoy y al marqués de Robledo. Otra versión arranca con una anónima ama de casa navarra, por cuya cocina paró el general Zumalacárregui, allá por las Guerras Carlistas. La señora, que era pobre, acabó haciendo un revuelto de huevo y patatas para contentar al personal. La receta triunfó y se extendió entre la soldadesca. No está claro si la vieja tenía cebolla o no, ni si el citado condimento forma parte esencial o accesoria de la citada receta, pero en aquellos tiempos hubiera tenido solución, bastaría con que el monarca de turno se pronunciase a favor de una u otra opción y ofreciera una jornada matutina de puenting desde el cadalso a quien se mostrara en desacuerdo...mano de santo.
No sería lo más justo, pero al menos no se necesitaría un pacto PP-PSOE; con la abstención de Podemos e Iu, la mención positiva de la señorita Francis, la posibilidad de veto del capitán selección de waterpolo y de Paco León; el consejo no invalidante de Prudencio Indurain y por supuesto la aprobación final de mi abuela, que a tenor de sus "tortillazas" merece un puesto destacado en la mesa de negociación.
Extensas mesas de debate creadas para sacarnos los dineros con comodidad, manteniendo mangantes que, amen de perder tiempo con sus hojas de ruta, acabarán eliminando las patatas de la receta y tocándote/se los huevos.
Para evitar ese problema, y alguno más, quizás debiéramos echar la vista atrás, para comprobar si hemos errado el camino y ya no discutimos de sabores, sino de otras cosas.
Afortunadamente, menos palmar, todo tiene solución, así que desde esta caja de resonancia que es La Cocina de la Abuela, me postulo a monarca absoluto. Dejaros de partidos políticos refundados a base de vendedores de crecepelo, y abrazad con devoción a Victor I, primero de su casa y de su nombre.
No os aseguro un gran reinado, pero lo de la tortilla lo dejo finiquitado. En cuanto tenga mi corona y mi cetro emitiré la Real Cédula que escribirá mi nombre, con letras de oro, en los libros de historia.
"Yo, Víctor I, primero de su nombre, ungido al trono por los Dioses para salvar al reino allá por el 2016 DC, desde La Cocina de la Abuela, y en mi condición de monarca absoluto, refundo la tortilla de patata, tortilla de patata 2.0. Desde mi posición inamovible...Cambio cebolla por chorizo."
Problema solucionado, todos contentos. Porque, ¿a quién no le gusta la tortilla salpicada de suculentas virutas de embutido leones?...
¡Por todos los Austrias y los Borbones!, a mí la guardia...Ese que ha levantado la mano, a la horca.
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